CUENTO
Por Juan Ignacio Ortega.
Foto: David Ortega.
El Príncipe y la Princesa
Había una vez un príncipe. Disfrutaba de beber y contar sus andanzas en la taberna del pueblo. Un día, alguien contó la historia de una princesa atrapada en lo más alto de un castillo. El príncipe, apuesto y gallardo como era, no dudó en ir a rescatarla. Su premio, por supuesto, sería desposar a la princesa, de quien se decía, era la más hermosa de los siete reinos.
El príncipe montó su corcel blanco, blandió su espada y entre aplausos y vítores de los pueblerinos, se lanzó a la aventura.
Al llegar al pie del castillo, el príncipe jaló la correa de su caballo y este se levantó en dos patas y relinchó. La princesa asomó su rostro angelical por la ventana. El príncipe, totalmente embelesado, se apresuró a trepar entre espinas con tal de llegar al lado de su amada.
A la mitad del ascenso, el príncipe se preguntó dónde estaría el dragón que se suponía guarecía a la princesa; tampoco tuvo que luchar contra guardias armados ni evadir flechas. Supuso que este, sería su día de suerte.
El príncipe llegó a lo más alto jadeando y sudando por el esfuerzo. Se recargó un momento en el marco de la ventana. Al levantar la mirada, se encontró con la princesa, completamente desnuda. Sus ojos verde esmeralda y su sonrisa cautivadora ensartaron en el corazón del príncipe la certeza de su amor eterno. Las curvas y la piel anacarada de la princesa despertaron en el príncipe el más fuerte de los instintos.
El príncipe se acercó a ella. La princesa lo despojó de su ropa y lo recostó en su camastro.
El príncipe intentó hablar, pero la princesa lo calló poniendo un dedo en sus labios.
-Shhh – susurró.
La princesa acomodó su larga cabellera, abrió la mandíbula, mostró unos dientes enormes y afilados y devoró al príncipe.
Juan Ignacio Ortega @ojuanignacio, colaborador de @Fotogrammas.Ha trabajado como fotógrafo de prensa los últimos 22 años. Ha publicado en los diarios Reforma, a.m., La Afición, y The New York Times. Ha participado en diversas exposiciones en México y el extranjero.